Mientras aún resuenan los ecos de la controversia suscitada por la reciente y multitudinaria
visita del Papa a nuestro País, recordamos hoy
una Leyenda Medieval divulgada por los dominicos que hace mención
a la existencia de una mujer calzando las sandalias de San Pedro. Nos referimos
a la Papisa Juana, cuya historia fue
tenida por verídica durante varios siglos de la baja Edad Media hasta el
Renacimiento.
Son diversa las fuentes y relatos que señalan el Papado de esta prodigiosa y hermosa mujer, tenida
por devota erudita, que ocultó su
sexo durante años hasta acceder a la mas alta jerarquía eclesiástica. Unos
sitúan su Pontificado, como es el
caso del dominico Martin de Opava, capellán
del Papa conocido como Martinus Polonus
(el Polaco), quien en su popular Chronicon pontificum et imperatorum (Crónica
de los papas y emperadores), escrita a finales del siglo XIII recoge la historia de Johanna (Juana) como Papisa, haciéndose eco del otro relato
recogido unos años antes por los dominicos Jean de Mailly y Etienne de Bourbon .
Martin el Polaco, sitúa el papado de Juana a
mediados del siglo XIX entre el
Pontificado de León IV y Benedicto III.
Cuenta de ella que nació en Maguncia y
era hija de monje inglés que se había trasladado a Alemania para divulgar la fe. Juana
quien había crecido en un ambiente religioso y familiarizada con las sagradas
escrituras, suplantó su sexo
haciéndose pasar por varón, para a continuar con sus estudios y poder estar
cerca de su amante un joven monje de la Abadía de Fulda. Según este relato la
Joven Juana viajó por distintos lugares y países , entre otros Constantinopla y
la culta Atenas, donde tuvo ocasión
de continuar con sus estudios y
cultivarse en el arte de la elocuencia despertando la admiración de quienes
la oían.
A la muerte prematura de su amante, siguió su viaje
a la Ciudad Eterna, donde impartió con
gran predicamento los conocimientos
adquiridos en la antigua Atenas, entre otros las siete artes liberales de
la Grecia clásica, el Trivium( Gramática, Dialéctica y
Retórica)y el Quadrivium( Aritmética, Geometría, Astronomía y Música), relacionándose con nobles, cardenales y
eclesiásticos quienes la favorecieron con su reconocimiento y amistad. Se cuenta que unos de los habituales momentos de simonías, intrigas y
enfrentamientos entre las distintas familias aristocráticas romanas, se propició
la elección de Juana como Papa, accediendo al trono de San Pedro como Benedicto
III o Juan VIII.
Los días de Juana,
como Papa, acabaron después de casi tres años de piadoso y sabio Pontificado,
cuando, según cuentan los relatos, quedó
embarazada de un amante cortesano (Hay quien señala que el padre se trababa
del embajador Lamberto de Sajonia otras
fuentes se decantan por un asistente capellán).
Si bien pudo
ocultar durante meses su estado de gestación debido a los ropajes inherentes a
su condición de Papa, el engaño salió finalmente a la luz, al alumbrar a su
hijo durante una procesión desde San Pedro
a San Juan de Letrán, en una calleja estrecha cerca de la iglesia de San Clemente. En este lugar
se levantó una columna con su efigie y
un niño en brazos, ya desaparecida, y donde hoy se puede ver la inscripción P.P.P. (proprie pecuniâ posuit) junto con un nombre con prefijo que dice: Pap,
pater patrum, que dieron
lugar a la interpretación recogida por Jean
de Mainlly cuyo significado es Petre,
Pater Patrum, Papisse Prodito Partum (Pedro, padre de padres, propició el
parto de la papisa).
Si hacemos caso a este cronista la Papisa Juana, tras el estupor inicial e
indignación murió a manos de la multitud encolerizada por la profanación del
Papado o manifestación del diablo que el parto supuso, para Martin el Polaco,
la infeliz Juana murió a causa del parto y para otros autores, fue depuesta y
vivió el resto de su días recluida piadosamente en un monasterio.
¿Verdad o Leyenda? No lo sabemos, surgen bastantes
duras sobre la autenticidad de los hechos relatados, pero lo cierto es que
durante siglos nadie puso en duda este relato, que una y otra vez fue cobrando
verosimilitud a los largo de la historia, llegando a figurar en la Catedral de Siena un busto de Johannes VIII, femina et anglia, así
como en el Tarot medieval, conocido como el Tarot de Marsella, donde aparece la Papisa con su tiara papal y el arcano 2 (representación
pitagórica de lo femenino o símbolo de la igualdad de las mujeres cátaras).
Recordemos también
el ritual para la elección de Papa,
que se dice se adoptó tras este suceso,
según el cual al candidato se le hacía sentar con las piernas separadas en la silla gestatoria, bajo la que se
colocaban dos diáconos para proceder a la inspección
del sexo del futuro Papa. Tras la misma y si todo transcurría como era de
esperar debían exclamar: Duos habet et
bene pendentes (Tiene dos, y cuelgan bien). Hay quien dice que esta
costumbre era para evitar que accedieran al primado de Pedro , siguiendo la
prohibición del Deuteronomio que
aleja de la Asamblea de Yahveh a
todo aquel que tenga los testículos aplastados (Eunucos) o carezca de pene.
Unos autores señalan que la Leyenda de la Papisa tiene su origen en Constantinopla, deseosos de
denigrar a la Iglesia de Occidente, mientras otros la sustentan en la azarosa
vida de Marozia, mujer cortesana y ambiciosa donde las haya, joven amante
del papa Sergio III y hacedora mediante intrigas de otros Papas como León VI, Estebán VII y su hijo Juan XI.
Este tema fue llevado al cine en 1972, representado
por Liv Ulman y mas recientemente en
2009 ,esta fascinante historia fue llevada de nuevo a la gran pantalla, basada
en la novela de la escritora norteamericana Donna Woolfolk.
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